A quo. Al principio eran las profundidades.
Cuando dormimos y soñamos nos sumergimos en las profundidades y en su lenguaje, lleno de mezclas innombrables y sueños esquizofrénicos. En éllos las cosas pierden su identidad y los otros pierden su cordura. Así son las profundidades: pura mezcla de cuerpos. Abominables laberintos a los que el pasado nos llama. Como cuando recién nacimos, o incluso antes, y nuestras pulsiones aún no se asomaban al mundo. Zambullidos lastimosamente en las oscuridades de la no identidad. En la sima y frente a un seno, oral-anal a lo sumo, nuestro pobre cuerpo comenzaba a comer y a ser comido, troceado y amenazado, amado y odiado, mezclando supervivencia y destrucción en una pura infancia-pasión. Pero, desde arriba venía la Voz, y esa voz nos permitió asomarnos a la superficie, a la piel, a las zonas. Libido y Thanatos comenzaron a bordear el Yo, a permitirle y a prohibirle. A veces - como en los sueños - nos quedamos en la posición esquizofrénica, atemorizados y pura pasión. Otras, miramos a las alturas, elevamos los ojos buscando la Voz en la posición maniaco-depresiva, y las culpas nos invaden porque la culpa sólo viene, también, desde arriba.
Las profundidades las descubrieron también los griegos, pero antes que Platón descubriera las alturas. Antes que ponerse alas, Empédocles quería hundirse en el abismo del Etna y cayó en él. El volcán sólo devolvió su sandalia de plomo. Es que los presocráticos estaban asombrados, no del universo del arriba, sino del mundo del abajo, pero el abajo de las profundidades. Así, el arjé - principio - lo buscaban como hoy el petrólogo o el minerólogo o el psicoanalista: en las profundidades de los cuerpos. En el XIX, Nietzcshe también hará este descubrimiento reivindicando a Dionisios frente a Apolo, en su empeño por invertir el platonismo.
No es casualidad que Platón signara al sabio como el que se libera de la esclavitud que conoció en la caverna. La invocación y el embobamiento de Platón es la altura, es el cielo y sus alas. Puro espiritualismo, pura conversión maniaco-depresiva. En cambio, la provocación presocrática es la profundidad, el abismo y su sandalia. Puro materialismo esquizofrénico, pura subversión. Después de éllos, después de Platón, serán los estoicos los que , contra las alturas y contra las profundidades, descubrirán la superficie, puros acontecimientos incorporales, pura perversión.
Nos vemos en este mismo canal.